Ambientaciones que atrapan

Ambientaciones que atrapan

Cuando abrimos un libro, abrimos una ventanita a un universo paralelo. Un mundo propio que rodea a la historia. Una atmósfera que, si está bien elegida, nos cautiva y contribuye a redondear el argumento de la novela.

La ambientación es casi un personaje más y tiene tanto peso en la historia como el propio hilo de los acontecimientos o la personalidad de quienes intervienen en ellos. Hay géneros literarios donde esto es más evidente, como por ejemplo en la fantasía. Qué hubiera sido de El señor de los anillos sin el mundo fantástico creado por Tolkien. Y qué duda cabe de que Harry Potter no habría sido lo mismo en un instituto contemporáneo de Estados Unidos, por decir algo.

A veces, muchas veces, en realidad, elegimos una lectura porque nos apetece especialmente perdernos en esa atmósfera tan particular que algunos autores han creado para nosotros. Por ejemplo, Rosamunde Pilcher se hizo famosa por sus historias románticas que siempre giran en torno a una casa con solera enclavada en algún lugar precioso de las escarpadas costas de Inglaterra o Escocia. Sus lectores buscan eso mismo cada vez que deciden leer una de sus obras. A mí, por ejemplo, me encanta esa ambientación. Como también me encanta la ambientación de las novelas de Victoria Holt, que siempre cuentan historias ocurridas durante el siglo XIX en alguna mansión misteriosa de Inglaterra. Además, sus heroínas son siempre mujeres independientes que tienen que buscarse la vida luchando contra los convencionalismos de la época. Cada vez que retomo una de sus obras, ya sé lo que me voy a encontrar, y eso, lejos de decepcionarme, me atrae poderosamente.

A un nivel superior y sin el elemento de misterio, se halla Jane Austen y su particular mundo de las relaciones sociales en la Inglaterra de su época. De sus novelas nos fascinan los diálogos agudos, que tratan de suplir la falta de contacto físico (tan presente en las novelas actuales), y la tensión a la que se ven sometidos sus protagonistas en medio de ese universo plagado de bailes de sociedad, vestidos bonitos e intrigas casamenteras. Una delicia.

Yo creo que cuando leemos un libro buscamos un mundo especial. También puede ser un entorno contemporáneo, como ocurre en las atractivas e intrigantes novelas de autores como Mary Higgins Clark o John Grisham. La primera siempre ambienta sus novelas en la Nueva York de nuestros días, y sus protagonistas se mueven entre la élite y el glamour mientras se enfrentan a investigaciones que ponen en peligro sus propias vidas. El segundo es famoso por moverse como pez en el agua en el mundillo judicial de las grandes ciudades de Estados Unidos, que tan bien conoce por su faceta de abogado.

Otros autores suelen trasladarnos a la difícil época de las guerras mundiales, o al intrincado mundo del espionaje. Todos ellos eligen para sus historias la ambientación más adecuada, que contribuya a crear en la mente del lector la ilusión de que está viviendo lo que lee.

A mí, particularmente, me gustan las historias que transcurren en Nueva York, Londres, o cualquier otra gran ciudad como Madrid, Barcelona… Me gusta ese ritmo rápido que suele acompañar a estas ambientaciones, el toque actual, los protagonistas contemporáneos, que trabajan en agencias de publicidad y entornos por el estilo. Me gustan mucho, y a veces el cuerpo me pide ese tipo de lectura.

En el caso de Londres o Edimburgo, estas ciudades tienen la particularidad de ser ambientaciones que, aunque usadas en novela actual, pueden conservar el encanto de lo añejo. Esto, para mí, es un plus.

Y me gustan mucho más las historias decimonónicas, las relaciones sociales de ese tiempo encorsetado y el mundo fascinante de la Inglaterra de aquella época. Es cierto que en España tenemos muchas buenísimas novelas del Realismo del siglo XIX, aunque, sin duda, me quedo con la literatura inglesa. Y también me encanta la Rusia de aquellos años. Sin embargo, los conflictos a los que se tienen que enfrentar los personajes son bastantes más serios, y a veces escabrosos, que en las obras que he mencionado más arriba.

Pero si hay una ambientación que me atrae como la luz a las polillas es la de los pueblos tranquilos, las pequeñas ciudades donde los vecinos se conocen, los entornos rurales llenos de encanto. Será porque yo vivo en uno de esos lugares y tengo claro que la vida es más humana en ellos.

Son muchas las novelas que transcurren en pequeños enclaves junto al mar, unas veces, o en medio de la campiña inglesa, otras, o en nuestra preciosa España rural o cualquier otro país europeo. Y, aunque no recuerdo ahora mismo ninguna novela ambientada en un pueblo estadounidense, sí que he disfrutado muchísimo con películas que han elegido esa ambientación en la época actual. O qué decir de Ana de las Tejas Verdes, ambientada en la Canadá de finales del siglo XIX. Me chifla el siglo XIX, eso ha quedado claro, ¿no? 🙂

Como amante de la escritura que soy, me fascina el mundo creado por la serie de televisión Se ha escrito un crimen, y según se dice, basado en las novelas del personaje (y autor ficticio de las mismas) Ellery Queen. Esta serie, y no creo descubrir nada nuevo, se desarrolla en un pueblecito de Estados Unidos llamado Cabot Cove, que, curiosidades de la vida, es un lugar inventado. Pero está tan bien ideado que logra mantener el glamour y el encanto pese a que sus habitantes son asesinados como moscas (uno cada semana) para poder alimentar los distintos episodios. Pero a mí me encanta. Me dan ganas de vivir allí, aunque sea un lugar tan peligroso. También será que me fascina el personaje de Jessica Fletcher, que a mi juicio disfrutaba de una vida ideal, sobre todo teniendo en cuenta que era la protagonista y no tenía que sufrir el miedo de poder convertirse en la siguiente víctima.

Otro de mis entornos favoritos es el elegido por M.C. Beaton (fallecida en 2020, para mi desgracia como lectora de sus obras), para ambientar las novelas de su personaje Agatha Raisin. Esa certera combinación de historia actual y pueblecito inglés paralizado en el tiempo me parece sumamente atrayente. Si no sabéis de qué hablo, buscad «Cotswolds» en Google y me entenderéis. Qué maravilla de entorno, válgame Dios (de hecho, a él corresponde la imagen que ilustra esta entrada).

Y, bueno, como no podía ser de otra manera, tanto me gustan esos ambientes bucólicos e íntimos, que mi modesta contribución al panorama literario también gira en torno a pueblos y ciudades pequeñas con encanto. Si tenéis curiosidad, os animo a leer Lunas de naranja y chocolate, ambientada en Albanchez, un precioso pueblo pequeñito del interior de Almería (donde nació mi abuela) y del que los lectores han destacado especialmente el acierto de su atmósfera, y El club de la noticia: Crónica de una obra anunciada, ambientada ésta en Caravaca de la Cruz, pequeña ciudad del noroeste murciano que adoro, porque, entre otras cosas, es el lugar donde vivo. De ella también hay quien ha destacado la capacidad de hacer brillar el encanto de lo cotidiano y de la vida tranquila en los pueblos. 🙂

En esta misma web podéis encontrar más información de ambas novelas.

Y, como ya he dejado claras mis preferencias en cuanto a ambientación, y también me gustaría descubrir otras nuevas (nunca se sabe), me encantaría que compartierais conmigo vuestros gustos literarios. ¿Conocéis alguna novela que atrape especialmente por su atmósfera? Contádmelo en comentarios… 😉

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