El equilibrio de una buena novela

El equilibrio de una buena novela

Leer es un placer, qué duda cabe. El que más, el que menos, ha experimentado alguna vez esa mágica sensación de sentirse completamente inmerso en las entrañas de una buena novela.

Porque una buena novela te atrapa. Consigue que te olvides de la realidad que te rodea desde el mismo instante en que abres sus puertas y lees la primera página.

Habrá quien piense que una mala novela también te puede atrapar, pero es que yo no considero que una novela ligera o previsible y que trate un tema manido, pero aun así sea capaz de atraparte, tenga que ser necesariamente mala. De hecho, lograr captar al lector y animarlo a seguir leyendo, en mi opinión, es un rasgo característico de una buena historia. O de una buena forma de contar la historia de siempre.

Y ahí está el intríngulis del asunto: ¿Qué hace que una novela sea buena? ¿Y qué consideramos como tal?

En esta entrada voy a desgranar los elementos que, a mi juicio, conforman una buena novela. Y por buena me refiero a una novela entretenida, bien escrita, que me ayude a evadirme por unas horas y que me haga disfrutar. No hablamos de obras maestras, que son muy pocas y difíciles de encontrar.

La historia

Para mí, éste es el elemento principal. Contar una historia es fundamental.

Sé que hay grandes obras de la literatura que no cuentan nada en especial, y que quizá se basan más en la construcción de unos personajes complejos, pero nunca se contarán entre mis favoritas. Yo necesito que una novela me cuente algo. Quiero sentir curiosidad por saber qué pasa al final, y eso sólo ocurre cuando hay una historia consistente detrás.

Este elemento es común al mundo del cine. Últimamente se han puesto de moda algunas películas, digamos “de autor”, en las que no ocurre absolutamente nada. De hecho, los personajes apenas hablan. No se dice nada, no se cuenta nada, no se muestra nada. Lo único que ves durante casi dos horas de metraje es a un grupo de personas más o menos numeroso languideciendo de modo estudiado frente a la cámara. Preciosa fotografía, música profunda, planos arriesgados… y una forma muy estética de mostrarte la nada más absoluta.

Pues no es mi estilo, qué puedo decir.

A mí, las novelas que más me han emocionado, han sido las que tienen una historia detrás. Una buena historia o una forma cautivadora de contar una historia sencilla; me valen ambas.

Y eso nos lleva al siguiente elemento…

El estilo narrativo

Una buena novela tiene que tener un estilo solvente que haga que te centres en la historia que trata de contarte.

A mí no me gustan los estilos pretenciosos y floridos. Sé que algunos autores, y grandes autores, incluso, apuestan por él, pero a mí no me gusta. De hecho, a veces he leído novelas geniales que no me han atrapado hasta que he conseguido abstraerme de un estilo literario demasiado protagonista.

Yo no quiero que el autor me grite en cada párrafo su maravilloso dominio del léxico ni su amplio vocabulario. Sólo quiero que me cuenten algo de forma efectiva y agradable.

A veces lo sencillo es más difícil de conseguir que lo complicado. Casi me atrevería a decir que siempre es así.

Yo tuve un profesor de matemáticas en el instituto, que era fantástico. Lo explicaba todo con una claridad aplastante. Tanto, tanto, que lo hacía simple, fácil, evidente. Al asistir a una de sus clases podías pensar que lo que hacía era muy sencillo, pero nada más lejos de la realidad: era doblemente complicado, porque este hombre era capaz de pasar sus complejos conocimientos por el filtro de su capacidad pedagógica y mostrárnoslo masticado y adaptado a nuestra mente adolescente. Y todo el mundo lo entendía.

Eso es tener talento.

Sin embargo, presentar un contenido complejo de una forma enrevesada es muchísimo más fácil, aunque algunos se sientan deslumbrados por su complejidad aparente en un primer momento. Pero ¿qué mérito tiene eso? Pues ninguno, ya os lo digo yo.

Y luego existe una tercera categoría de personas: las que son capaces de hacer difícil lo sencillo. Esto ya es para matrícula de honor (nótese la ironía). También reconozco que yo he caído en esta trampa en algún momento de mi vida profesional, pero trato de detectarlo y corregirlo a la mayor brevedad. Además, siempre ha sido algo inconsciente, nunca he buscado ese efecto. Sería absurdo.

Porque en cualquier ámbito de la vida, el objetivo no es que los demás piensen que somos más listos que el hambre sólo porque no entienden ni una de las palabras que salen de nuestra boca, sino que los demás comprendan y asimilen el mensaje que deseamos transmitir. Ése es el primer principio en el que se basa la comunicación. ¿Y acaso la finalidad de una novela no es comunicar?

Volviendo al estilo, una buena novela tiene que tener un estilo cuidado, correcto, fluido y lo más sencillo posible. Tiene que ser capaz de contar algo de la forma menos farragosa y retorcida que se pueda emplear. Todo lo demás es paja.

Luego podrá ser más o menos musical, y con ello me refiero a que la fluidez del texto te arrastre como si te movieras plácidamente en una barquita mecida por olas suaves. A la música del texto contribuye la longitud de las frases, el equilibrio entre cortas y largas, la acentuación predominante en las palabras elegidas, etc. Poco a poco, cada autor va encontrando su ritmo, aunque me atrevería a decir que es algo instintivo.

Por supuesto, no entro en consideraciones tales como la necesidad de que se dominen las reglas ortográficas y gramaticales, porque me parece de cajón. Un libro con faltas (salvo que se escape alguna por descuido) es una falta de respeto, valga el juego de palabras. Y encima te saca bruscamente de la historia una y otra vez.

Personajes creíbles

Hace poco leí una novela de una afamada escritora y, aunque reconozco que estaba bien escrita, me resultó abrumadoramente confusa por lo desdibujados que estaban los numerosos personajes que intervenían. Después de seiscientas páginas todavía no tenía una idea clara de quién era quién.

Así que, en primer lugar, los personajes tienen que ser fácilmente identificables. Al principio de la novela es normal cierta confusión, porque todos son nuevos, pero no me parece lógico que después de seiscientas páginas todavía no sepas qué cara ponerles ni cuál es su personalidad.

Por tanto, personajes identificables y con personalidad clara. A mí, para que una novela me guste, tiene que presentarme personajes coherentes. Personas que actúen como se supone que deben actuar, teniendo en cuenta los rasgos definitorios que el propio autor me ha presentado desde el principio.

Después de haber escrito una novela, me doy cuenta de lo difícil que es esto también. Una novela no se escribe en tres días, y a lo largo de su construcción, nos vemos influidos por nuestro propio estado de ánimo y nuestras vivencias del momento, y corremos el peligro de contaminar con ello la personalidad de los personajes. Mantener la coherencia durante los varios meses que dura la escritura de un libro es una tarea complicada.

Por eso valoro mucho una buena construcción de personajes en los libros que leo.

Y como “bonus”, yo diría que además nos tienen que gustar. Es que también me ha pasado encontrarme con una buena novela cuyo protagonista me cae gordísimo. A veces, simplemente no conecto con ninguno de ellos, así que me da exactamente igual lo que les pueda ocurrir, y eso no es bueno. Pero claro, esto es muy subjetivo, como ocurre en la vida real. Hay gente que te cae bien y gente que te cae mal, y ésta última te importa un pimiento, en el mejor de los casos.

Sin embargo, también hay protagonistas que no me caen exactamente bien, pero que han sido “diseñados” para causar ese efecto, y para que acabes sintiendo empatía por ellos y los aceptes con todos sus errores y defectos. En ese caso, también se trata de una buena construcción de personajes, y tiene mucho más mérito que lograr que te caigan simplemente bien.

Equilibrio entre prosa y diálogo

A mí me encantan las novelas con bastante diálogo. Son muy ágiles, fluidas, dinámicas. Se me pasan volando. Pero existen normas “no oficiales” que establecen la proporción adecuada entre prosa y diálogo, para que el argumento se desarrolle con el ritmo correcto.

Esto se puede cumplir o no cumplir. De hecho, son muchas las novelas afamadas que no lo cumplen en absoluto. Por ejemplo, “Cien años de soledad” apenas tiene diálogo (motivo por el cual a mí se me hizo muy pesada. Sí, sí, lo admito públicamente. Apedreadme). También las hay que adolecen de un exceso de diálogo, y da la sensación de que no entran en profundidad en ningún momento. A menos que se trate de las grandes obras del Realismo, en las que un personaje coge la palabra y no la suelta hasta tres páginas más adelante. Por ejemplo, “Anna Karenina”, “Crimen y castigo”, “Fortunata y Jacinta”, por citar tres que conozco de primera mano, tienen largas peroratas en boca de sus protagonistas, y llega un momento en que no sabes si estás leyendo prosa o diálogo.

Me atrevería a decir que la proporción adecuada depende de cada novela. El caso es que al leerla se te haga natural y no eches en falta (ni en sobra, que es peor) ninguno de los dos.

Extensión conveniente

Últimamente me está pasando mucho el encontrarme con novelas que arrancan muy prometedoramente y luego se vuelven algo repetitivas y tediosas. Se me hacen largas. No digo que una novela tenga que tener una extensión fija o limitada, lo que digo es que debería ser adecuada.

A veces leemos novelones maravillosos que, a pesar de sus ochocientas páginas, se nos hacen cortos. Por ejemplo, Santiago Posteguillo me parece un maestro de la técnica narrativa. Todos sus libros son novelones de larguísima extensión, pero se hacen cortos. Son apasionantes, amenos, instructivos… en fin, todo lo bueno que se diga de la obra de este hombre me parece poco.

Luego hay otros autores que consiguen que te estanques en la lectura de sus obras aunque apenas lleguen a las doscientas páginas.

En mi opinión, ningún autor de novela debería olvidar que el propósito principal de un buen libro es entretener. Y a partir de ahí, contarte su historia de la forma más efectiva posible. Pero si no entretiene, no vas a aguantar el tiempo que hace falta para saber qué te quieren contar. O sí, como me pasa a mí, que me termino las novelas que empiezo aunque me cueste sudor y lágrimas, pero desde luego, no me van a pillar con la segunda.

Un título adecuado

El título es una parte fundamental a la que no siempre se le da la importancia debida. Yo elijo muchas lecturas por el título de la novela y por su primera página. De hecho, no me gusta leer las sinopsis porque prefiero “llegar virgen” al argumento, y que sea el autor el que me desvele la información cuando crea conveniente.

Pero ¿qué pasa con esto? Que hay gente que pone títulos muy, muy buenos… y cuando te acabas la novela, resulta que no tenían nada que ver con lo que has leído. A mí esto me da mucha rabia. Me parece que es caer en el sensacionalismo de los titulares de las noticias, que tratan de ser lo más impactantes posible para que cliques en ella, y luego acaban contándote una chorrada.

Si un título es precioso y sugerente, debería referirse a algo contenido en el cuerpo de la novela. No tiene sentido ponerse poéticos a la hora de elegir el nombre de un libro si no se es igual de poético con todo lo demás. Es una forma muy triste de empezar decepcionando.

Nivel de detalle

Esto es algo muy personal y que afecta al estilo de cada cual. Mi preferencia es que no me cuenten absolutamente todo lo que hacen los personajes, incluyendo hasta el detalle más nimio, pero me he encontrado con muchísimas novelas en las que se deshacen en explicaciones sobre cosas que no aportan nada de nada a la historia. Y a mí eso se me hace pesadísimo. Que la protagonista vaya a entrar en una habitación y me llenen una página con explicaciones del tipo: “agarra el pomo, lo gira, adelanta un pie, le sigue el otro…” me resulta tedioso y agónico a más no poder.

Pero claro, como pasa con todo, en el punto medio está la virtud. Porque tan malo es pasarse como quedarse corto. Y algunas novelas parecen telegramas. Incluso te obligan a leer varias veces un párrafo porque la falta de información ha hecho que te pierdas. Así que ni calvo ni tres pelucas, como diría mi madre.

Ambientación cuidada

Una de las mayores decepciones que me he llevado en mis lecturas recientes ha sido encontrar una novela que ha alcanzado gran popularidad y que en mi opinión hace aguas por todos lados en lo que a ambientación se refiere. Si el autor o la autora nos quieren contar una historia acontecida en épocas pasadas, tienen que ser muy cuidadosos, porque a veces los protagonistas parecen hacer y decir cosas más propias de nuestros días, y eso te saca irremediablemente de la historia. Además, me parece un trabajo muy poco riguroso y me da rabia que me tomen el pelo, diablos.

Todos los detalles cuentan. Incluso la voz del narrador tiene que ir en consecuencia con el lugar y tiempo en el que han ambientado la novela. No sirve de nada que el protagonista te hable con un lenguaje propio del siglo XIX si luego el narrador te dice que “la casa le pareció chulísima” (estoy exagerando, claro, pero me he encontrado cosas parecidas).

Así que, si jugamos a ser Jane Austen, deberíamos hacer un arduo trabajo de investigación para no meter la pata.

A veces es posible que el defecto venga de la fase de traducción, lo cual es una pena tremenda. Y lo peor es que el autor puede no darse cuenta de que le han estropeado el libro.

No somos conscientes de la importancia de todos los eslabones de la cadena…

Bueno, y si después de toda esta perorata te estás preguntando qué narices he hecho yo en la vida para creerme con derecho a ponerme exigente, te adelanto que nada del otro mundo. Simplemente estoy analizando el asunto como lectora que soy.

Aparte de eso, como ya sabrás si has llegado hasta aquí, he escrito una novela. No tiene más pretensión que la de entretener y contar una historia bonita y sencilla. ¿Lo habré conseguido? ¡Eso espero! Te invito a leerla y a que te formes tu propia opinión. ¡Ojalá disfrutes con su lectura! No aspiro a más. 😉

Y por supuesto, me encantaría conocer tus opiniones sobre el tema de la entrada. ¿Qué buscas tú en una buena novela? J

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